Jarro de agua fría del Real Unión en el Cerro del Espino

El duelo para los vascos no podía comenzar de peor manera, pues a los tres minutos de juego, Azkoitia debía abandonar el terreno de juego por lesión, entrando en su lugar Aimar. De estaba manera, dejaba con un cambio menos a la escuadra visitante para el resto del encuentro. Aun así, la consigna fue clara, una presión muy alta y evitar errores defensivos. Los dos conjuntos estuvieron demasiado temerosos de errar y conceder oportunidades al rival, por lo que no se vio un partido vistoso y, por contra, éste estuvo dominado por el centrocampismo, sin que hubiese un equipo dominador. Pasaban los minutos y ni locales ni visitantes encontraban una forma clara de llegar al área contraria con verdadero peligro, siendo más protagonistas las zagas que las últimas líneas.

Sin embargo, en el minuto 23, Galán se internaría en el área majariega, perseguido por varios defensas, y sería finalmente derribado dentro de la misma, señalando el colegiado catalán la pena máxima. Fue el propio Galán quien tomó el esférico para tratar de batir a Basilio desde el punto de castigo, sin embargo, el meta madrileño desvió en primera instancia el cuero y, finalmente, sería un defensa quien lo terminase por enviar a córner. Tras esta jugada se vería un claro punto de inflexión, pues los hoy amarillos, se quedaron por completo desconcertados, y los rayistas aprovecharon para ir a por todas con una intensidad que no habían sacado a relucir hasta el momento. Los de Iriondo aprovecharon bien el desconcierto del Real Unión y siete minutos después, en el 30, Ñoño, a pase de Aitor Núñez batía a Otaño por abajo, cruzando un balón muy pegado al palo, al cual no pudo llegar el cancerbero en su estirada.

Arriaga acaricia el empate

Tras el gol, los majariegos se cerraron bien, evitando ataques prometedores de los unionistas, que viendo el marcador en contra, trataron de estirar sus líneas. Hernaez intentaba penetrar y, Arriaga al borde del descanso, estuvo a punto de lograr el tanto del empate; fue la ocasión más clara para los irundarras en la primera mitad, pero su disparo se marchó por la línea de fondo muy pegado al palo.

Con la reanudación del encuentro, los locales se fueron sintiendo más confiados y se acercaron más a la portería de Otaño, aunque no generaban ocasiones claras. Mientras que los minutos seguían corriendo en el electrónico, los guipuzcoanos empezaron a creer más en sus opciones. Varias acciones combinadas de los vascos murieron en la boca del área, pero no por ello cejaron en su intento de acercarse al área de Basilio. Tras ver como el línea levantaba su banderín en una jugada, la escuadra amarilla se detenía, no así la banca, que continuó la acción según decreto del colegiado principal, enviando el balón al fondo de las mallas. Un jarro de agua fría, muy protestado, que les puso una losa en el marcador demasiado pesada para voltearla.