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Luis Enrique aplaude a su equipo en el clásico.
La primera gran obra de autor de Luis Enrique
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La primera gran obra de autor de Luis Enrique

El Barça del baño en el clásico fue mucho más que un tridente: la mano del técnico triunfó en la gestión del vestuario y las decisiones tácticas

p. ríos

Lunes, 23 de noviembre 2015, 01:39

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Conquistar el triplete de la pasada temporada y la Supercopa de Europa en agosto no le habían bastado a Luis Enrique para despejar los injustos interrogantes que cuestionaban su capacidad real como técnico. El argumento principal de sus críticos, curiosamente, no situados entre la mayoría de los aficionados, sino en el siempre selectivo entorno azulgrana, con voz mediática para dejarse escuchar, era una supuesta traición al estilo de posesión y toque azulgrana que si había tenido éxito se debía exclusivamente a la presencia de un triplete como Messi, Luis Suárez y Neymar que lo hubieran ganado todo con cualquier entrenador.

Ajeno a esos comentarios, después de cada triunfo, en sus vacaciones y en sus días de descanso, el asturiano se subía a la bicicleta para hacer alguna ruta montañera con sus amigos y su ayudante, Juan Carlos Unzué, reflejándola después en las redes sociales. Tranquilidad. Ya le llegaría el momento del reconocimiento. Y ese día ha llegado.

El partidazo del Barça en el clásico no fue su primera gran obra de autor tras 16 meses en el cargo. Sería injusto no valorar la lectura de los partidos que hizo ante Bayern y PSG en la pasada Liga de Campeones, como la forma en la que ha sabido contrarrestar las armas del Atlético en este tiempo. Pero el 0-4 en el Santiago Bernabéu se recordará como el primer gran encuentro que contentó hasta a los culés más elitistas, aquellos que se quedaron anclados en los mejores momentos de Pep Guardiola.

El baño al Real Madrid duró 90 minutos, con posesión, toque y ocasiones, pero también con un reparto táctico del terreno que no hizo añorar el famoso juego posicional del hoy entrenador del Bayern, un concepto mil veces empleado para atizar a Luis Enrique. La demostración del partido completo que hizo el Barça es que el Madrid, o su entorno, quedó tan confundido que sigue pensando que todo se debió a una cuestión de actitud cuando simplemente se trató de fútbol. Ganó el mejor. Se paseó.

Las celebraciones de Messi

Diferentes decisiones, además, encumbran a Luis Enrique. La primera, la gestión de la recuperación de Messi. No podía jugar de inicio porque no estaba al cien por cien recién recuoperado de su lesión y, tras consensuarlo con el argentino, el '10' se quedó en el banquillo sin una mala cara y celebrando los goles como un juvenil que espera su oportunidad.

Esa fue la imagen del partido para muchos porque confirma el buen entendimiento entre Messi y Luis Enrique, y demuestra la madurez del mejor del mejor jugador del mundo en oposición con el egoísmo que sigue destilando Cristiano Ronaldo en todo lo que hace. Encima, dio entrada a Leo en el momento justo, para tranquilizar el partido y convertirlo en un repaso insultante, permitiéndole además recuperar sensaciones como si se tratase de un 'bolo' programado en un plan de puesta a punto.

Y hubo más, como la ubicación de Sergi Roberto, proyectado bajo el control del técnico en un crack, en la banda derecha para frenar a Marcelo, el único madridista con capacidad este temporada para revolucionar los partidos. Luis Enrique también ha impulsado a Iniesta, «patrimonio de la humanidad», como lo definió tras los aplausos de la afición del Madrid. «Este partido pasará a la historia como un momento memorable para los barcelonistas», señaló Luis Enrique. También pasará a la memoria de sus detractores, quizás por fin ganados para la causa.

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