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IÑAKI IZQUIERDO
Jueves, 4 de mayo 2017, 07:40
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Una multitud de tifosi se encarama a los bordes del camino que lleva hasta la cima del Colle delle Finestre. Porque es eso, un camino, no una carretera. Los ciclistas, con Alberto Contador vestido de rosa, ya han dejado atrás el asfalto y ascienden por el sterrato, por la pista de gravilla abierta en el siglo XVIII para alcanzar el fuerte de Fenestrelle, una imponente fortificación militar que sigue allí, en el corazón de los Alpes piamonteses. Por delante, el ruso Zakarin. Y a menos de 35 kilómetros de meta, ataca Mikel Landa.
Es la última etapa de montaña antes del final con el paseo hasta Milán del día siguiente, pero el líder cede. Cede de forma aparatosa. Contador tiene mucha ventaja, pero se le van yendo también Hesjedal, Urán, Kruijswijk, Aru... Landa vuela por delante, caza a Zakarin y corona en cabeza la Finestre, Cima Coppi ese año (2.178 metros). A medio minuto pasan sus perseguidores, incluido su compañero en el Astana, Aru. El alavés va encendido y Contador alcanza la cima un minuto y medio más tarde.
Landa está a más de cinco minutos en la general pero llega a soñar con la maglia rosa ante la debilidad del líder. No se entiende con Zakarin en el tramo de llano hasta el inicio de Sestriere, pero sigue hacia adelante porque sueña en rosa y, además, la victoria de etapa parece suya porque el ruso va fundido y será presa fácil en Sestriere, último puerto del Giro.
Son pocos kilómetros, apenas treinta, entre la cima de Finestre y la meta de Sestriere, pero es un terreno muy traicionero para un ciclista en problemas. Si Contador va mal, como parece, en el llano y la subida final puede perder mucho tiempo. Landa va a lo suyo, sin mirar atrás, pero su director en el Astana, Giuseppe Martinelli, tiene que tomar una decisión: que cada uno haga la guerra por su cuenta o unir fuerzas y jugarse a una carta la posibilidad de ganar el Giro. Y decide esto último: se la jugará con Aru, un minuto más cerca de Contador en la general que Landa y rodando en un grupo apenas 30 segundos por detrás del alavés en la etapa.
Martinelli, veterano de mil batallas en el ciclismo, acerca su coche a Landa y, a la vieja usanza, baja la ventanilla y le manda esperar a Aru. El líder del equipo. El joven italiano que ha entusiasmado al país los días anteriores. Landa acata la orden y para.
La clave es la respuesta de Contador. Si se funde en la persecución, cuatro minutos pueden no ser gran cosa. Pero el madrileño ofrece una respuesta brillante. Mantiene la cabeza fría, llega incluso a reducir algo la diferencia en el llano y en la subida a Sestriere se deja dos minutos que no amenazan la victoria en su segundo Giro. Al final de la jornada mantiene 1:57 con Aru -que gana la etapa, como había hecho la víspera en Cervinia- y 3:05 con Landa.
Los dos hombres de Astana escoltan al día siguiente a Contador en el podio de Milán, pero Landa ha tomado una decisión: no volverá a esperar. En septiembre, en la Vuelta a España, no acata la orden de parar y gana en Andorra. Unas semanas después se anuncia su fichaje por el Sky.
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