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IÑAKI IZQUIERDO
Martes, 7 de marzo 2017, 07:29
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Un ciclista rueda con los bolsillos del maillot llenos de ilusión. Después de un largo invierno de trabajo ingrato, comienza la temporada. Es el momento de soñar en grande... y, de repente, chirrido de frenos, enganchones. Caída. Algo hace crack. ¿Qué pasa a partir de ese momento?
Ingeniero industrial de 23 años, Eneko Lizarralde (Euskadi-Murias) sabe la respuesta. Los huesos que se fracturaron el 29 de enero al chocar contra el suelo de Mallorca eran los suyos. Concretamente, doble fractura de radio en el brazo derecho.
«Sabía que tenía la mano rota. Tenía también un agujero en la rodilla. Me dieron hasta morfina, pero no me importaba el dolor. En la ambulancia no podía parar de llorar. Ya en el hospital no podía contener las lágrimas. Me salían todo el rato. Se te viene todo encima, es pura impotencia. Después de un 2016 prácticamente perdido por un virus, se iba al traste todo el trabajo en la primera carrera», explica el corredor bergararra.
«Los médicos de Mallorca me dijeron que no veían fractura, pero yo sabía que sí. Cinco o seis días después de la caída tenía consulta aquí con el traumatólogo. Con el diagnóstico definitivo, el golpe fue aún mayor». La lesión le abocaba a una baja hasta finales de marzo o abril.
En este proceso se ha sentido arropado. «A diferencia del año pasado, donde lo llevé casi en solitario, esta vez la gente me ha arropado muchísimo. Después de caerme estaba hundido, no tenía ganas de hacer nada. Pero soy bastante cabezota. Tocaba asumirlo, pero la primera semana estaba amargado».
«Me llamó mucha gente y cada mensaje me ayudaba mucho -continúa Lizarralde-. Estaba en el rodillo echo polvo, con la mano rota y un montón de puntos en la rodilla. No me podía cambiar de postura, ni siquiera subirme a la bici yo solo. Mi madre me tenía que ayudar a sentarme. Al terminar, me bajaba con todo el cuerpo dormido. Veía carreras en Youtube, películas... Se agradecían los mensajes y llamadas de amigos, de la grupeta, de familiares...».
El ciclista caído no tiene más remedio que seguir. ¿Hay un momento en que la cabeza hace clic y le da la vuelta? «No, es gradual. Vas cogiendo ganas y llega el momento en que cambias la impotencia por la rabia».
Pero aún queda un largo camino por delante. «Hice tres semanas en el rodillo y tres o cuatro sesiones semanales de gimnasio. Coincidió con aquellos días de febrero de 20 grados. Al minuto uno ya tenía un charco de sudor en el suelo. A eso hay que añadir la rehabilitación y las curas de las heridas. Todo bastante doloroso, pero eso es lo que menos me preocupaba. Podía aguantarlo».
Lizarralde explica que «un ciclista de baja sabe que va a tener que trabajar más que antes para tratar de volver al mismo nivel. Y cuidarte con la comida, si antes cerrabas la boca, ahora más. Te afecta a todo».
Tres semanas después...
Después de tres semanas, tocaba traumatólogo en Bilbao. «Llego y le digo que soy optimista, que la mano está bien. Entonces me la dobla hacia atrás y casi me desmayo. '¿Qué te crees?', me dijo. 'Para ti ha sido una eternidad, pero para el hueso solo han sido tres semanas. Lo bueno es que no hay desplazamiento en las fracturas'. Y me dijo que si quería podía probar a salir en bici diez o veinte minutos. Hice cuatro horas».
Lizarralde montó en la bici: «Salí hacia Azpeitia por la general, por Deba, a tomar café en el bar donde solemos parar siempre. A la media hora me dolía todo. ¡Cada vez hay más badenes y más baches en la carretera! Cada treinta minutos paraba a hacer estiramientos. Fui solo».
Luego había que volver. «No podía subir Elosua, ya que con la férula era imposible ponerme de pie. Pensé ir por Deskarga pero al final regresé por Udana. Cuatro horas en total. Mi madre no se lo creía cuando me vio aparecer en casa a las cinco».
Y ya en la carretera, comienza la carrera por volver al nivel profesional. «Los primeros cuatro días solo salí a rodar. Me dolía todo pero era el tío más feliz del mundo. Enseguida empecé a apretar. El trabajo de intensidad en el gimnasio se reveló clave, porque no pensaba que iba a poder volver al nivel que lo hice. En las series me veo bien y los datos de los vatios son buenos, aunque aún me molesta la mano».
El jueves vuelve al traumatólogo y ya sabe lo que le va a decir: «¡Quiero correr el domingo!» El Murias disputa la París-Troyes.
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