Montaner posa en el hotel Niza. «Cuando acabe la legislatura volveré a la universidad», dice. SARA SANTOS

Montaner: «Los fondos de inversión son hoy los dueños de las grandes ciudades»

Josep María Montaner, catedrático de Arquitectura y concejal de Vivienda de Barcelona ·

Es uno de los grandes teóricos de la arquitectura en España, pero ha pasado a la gestión en el gobierno de Ada Colau. Habló en Mugak de cómo frenar el turismo masivo

MITXEL EZQUIAGA

SAN SEBASTIÁN.

Viernes, 10 de noviembre 2017, 15:43

Josep María Montaner (Barcelona, 1954) vive ahora con pasión al otro lado del espejo. Catedrático de Arquitectura en la Escuela de Barcelona y considerado en el sector como uno de los más brillantes teóricos del oficio, hace dos años 'fichó' por la candidatura de Barcelona en Comú, que encabeza Ada Colau. Hoy es concejal de Vivienda en la capital catalana y uno de los cerebros de las medidas urbanísticas implantadas por la alcaldesa. La paralización de las licencias de nuevos hoteles y de más pisos turísticos son algunas de las decisiones tomadas.

Publicidad

Montaner ha pasado por Mugak, la Bienal de Arquitectura, en su doble condición: como arquitecto es comisario de la exposición dedicada al estudio RCR de Olot, abierta en Miramar, y como edil contó su experiencia de gobierno. «Es una tarea apasionante, pero cuando pase volveré con ganas la universidad», bromea.

-Habla en Donostia de «las ciudades amenazadas». ¿De verdad están amenazadas?

-Sí, y en todo el planeta. El problema es la financiarización de las ciudades. Varía de intensidad según las zonas más o menos seguras para el capital, pero los fondos de inversión se han adueñado de las ciudades. Hubo un momento especialmente delicado, cuando la crisis hipotecaria, aprovechado por los fondos para ganar espacio, pero la ola sigue. El turismo es un factor que agrava, pero no el único: se une la presión de las instituciones financieras, que eligen las ciudades con calidad para poner el dinero de los fondos en un lugar físico, y las instituciones públicas en general les facilitan el camino. Las instituciones abandonan su papel de control o de vivienda pública. Las operaciones especulativas empezaron en el Reino Unido o Estados Unidos y luego se aplican a la bestia en otros lugares como el Estado español. El País Vasco, gracias a su mayor autonomía, mantuvo una mejor política en lugares como Vitoria, pero en el resto del Estado ha habido retrocesos como la ley de Arrendamientos Urbanos.

-El problema de los fondos de inversión es que, además, son anónimos: no hay una cara visible que se responsabilice.

-Sí. Antes eran la burguesía local o los bancos los que hacían estas operaciones. Ahora no sabes si quien está detrás de un fondo vive en Finlandia o Israel. A veces los vecinos nos piden en el Ayuntamiento que localicemos a quien está detrás de la compra de un edificio pero resulta casi imposible: da la cara un administrador local, pero luego hay una red complicada internacional y sin rostro. Les da igual dónde invierten: solo buscan la rentabilidad máxima. Las ciudades son fruto de una experiencia colectiva de siglos y ahora se las apropia no se sabe quién solo para ganar cuanto antes el máximo dinero.

-Barcelona lleva años reflexionando sobre la masificación del turismo. En Donostia las alarmas se están activando ahora.

-Los anteriores mandatos de Barcelona, en manos de la derecha nacionalista, dieron luz verde a todas las peticiones de hoteles y de apartamentos turísticos. Cuando llegamos nosotros al gobierno lo primero que hicimos fue decretar una moratoria de licencias, con muchas críticas y pleitos, aún pendientes, de empresas que se consideraron perjudicadas. Ahora hay barrios de Barcelona donde vive más gente atemporal, o sea, turistas, que vecinos del barrio. El primer paso fue cerrar el grifo de licencias turísticas: ahora hay unos 9.000 apartamentos turísticos legales, pero muchos más ilegales. Hemos iniciado una campaña durísima contra los apartamentos turísticos ilegales, que los vecinos pueden denunciar. Ponemos multas de hasta 30.000 euros: es una forma de desalentar. Lo logramos con el particular, pero hay toda una red mafiosa internacional que cuesta desmontar. Estamos reduciendo el número de ilegales.

Publicidad

-¿En el caso de los hoteles?

-Hemos frenado la inmensa ola, pero no es fácil. Se siguen construyendo algunos hoteles que ya tenían licencia y eso provoca que los vecinos nos critiquen, pero son herencias. Admito que puede haber un efecto perverso: los inversores que no pueden hacer hoteles compran edificios de viviendas o de oficinas. Y eso no se corrige.

-Puede frenarse el fenómeno, pero Barcelona ya está tomada. Los comercios del centro, por ejemplo, están ya más pensados para turistas que para vecinos.

«Barcelona murió de éxito: apostó por el turismo de un modo solo cuantitativo»

«Luchamos contra los apartamentos turísticos ilegales con multas de hasta 30.000 euros»

«San Sebastián acierta con una gran Bienal de Arquitectura que encaja en su perfil cultural»

-Sí. Intentamos proteger el comercio de barrio o de proximidad. Y arrastramos un déficit: Barcelona no tuvo políticas de vivienda pública, y ahora mismo las viviendas públicas de alquiler no llegan al 2% del total. Viena, París o Berlín sí las tuvieron, con un 20%, y tienen un colchón de vecinos asentados. Intentamos fomentar cooperativas, comprar edificios y otras medidas. Pero la oferta de vivienda es limitada en Barcelona, y además crece la demanda, con profesionales o estudiantes que quien vivir ahí.

Publicidad

-La crisis política catalana igual reduce las inversiones exteriores o la demanda...

-Veremos lo que pasa. Lo que sí hemos detectado ya es una reducción del turismo.

-Es curioso que en los 90 Barcelona fue modelo como ciudad que se supo reinventar y hoy es modelo de urbe amenazada por el turismo.

-Sí: es morir de éxito. Los gobiernos anteriores promovieron el turismo y está bien, porque es una fuente de ingresos y un intercambio cultural. Pero hubo una visión muy cuantitativa y poco cualitativa. Era una ciudad apetecible, estable, con las bondades del Mediterráneo. Pero nos faltó control.

Publicidad

-Es usted un arquitecto de larga trayectoria, pero ha pasado a la gestión pública. ¿Cómo vive el cambio?

-Yo ya estaba ligado a movimientos vecinales y en defensa del derecho a la vivienda. Ahora me toca afrontar las medidas. Es un aprendizaje duro. Espero volver a la universidad cuando acaba este mandato, pero impresiona lo complejo que es todo. En política aprendes que las medidas que tú crees que debes tomar afectan siempre a alguien que protesta. Peatonalizaciones o actuaciones de recuperar la calle para lo público suscitan críticas.

-¿Qué le parece la Bienal de Arquitectura que estrena San Sebastián?

-Fantástica. Soy comisario de la exposición de RCR en Miramar, pero más allá de eso veo que hay un programa amplísimo y ambicioso. En Barcelona se plantó varias veces montar una Bienal, pero nadie tomó la iniciativa. San Sebastián tomó la delantera. Encaja en su perfil cultural y en su personalidad, con su propia Escuela de Arquitectura.

Publicidad

-¿Y cómo ve San Sebastián con sus ojos de arquitecto?

-Las tres capitales vascas son modelos de los que podemos aprender. Bilbao se supo rehacer. Donostia es una ciudad 'ya hecha', armónica y bien gestionada. No conozco su periferia y no sé si hay tantas desigualdades como en Barcelona, donde hay gente muy rica y gente muy pobre. Vitoria me parece una ciudad muy equilibrada, sin tantos elementos representativos como San Sebastián o Bilbao pero una gran calidad de vida.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete el primer mes por 1€

Publicidad