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Las aventuras o no de un policía en la Luna

Las aventuras o no de un policía en la Luna

La inmersión en la soledad de Tom Gauld

ÓSCAR GOÑI

Sábado, 24 de junio 2017, 08:32

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. ¿Quién no ha soñado, alguna vez, con la Luna? No ya como satélite, sino como herramienta, aquella más llena de luz, con que glosar los más bellos sonetos o los relatos más locos de ciencia ficción. No, la Luna, ahora, es solo un lugar donde, simplemente, vivir.

Tom Gauld, escocés, natural de Aberdeenshire, nacido en 1976. Ilustrador para 'The New York Times', 'The New Yorker' y 'New Scientist', guionista y dibujante de tiras y de algunas obras de larga extensión, como 'Goliath' en 2012, basada en el personaje bíblico, y en absoluto desconocido para el público en castellano, debido a la publicación, también por cortesía de Salamandra Graphics, de 'Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora' (2013), una selección de tiras aparecidas durante los últimos años en el británico 'The Guardian'.

Gauld es, para bien o para mal, uno de esos autores que inevitablemente desempolvan los viejos debates. La simplicidad como monolito hundido en los tinteros de los dibujantes que conducirá a nuevas complicidades entre autor y lector. La simplicidad como epítome del lugar al que solo llegan los grandes. La simplicidad, en fin, como esfuerzo en favor de la comunicación.

O bien como discurso capaz de enmascarar limitaciones, de maquillar, bajo el paraguas de la falsa intelectualidad, el peligroso camino ya iniciado hace años por determinada corriente de la llamada pintura moderna.

Las luces se duermen, el telón se alza y en el escenario se percibe una cierta obsesión por abrazar la simplicidad. Dibujantes dispuestos a mutar a piel ajena que no es para ellos en absoluto mejor.

Gauld no la necesita. Le sale de forma natural porque, como es evidente, su estilo visual es la simplicidad llevada casi al límite. Dibuja a mano, intenta así, según declara, dotar a sus viñetas de humanidad. Queda el ordenador para el color, en 'Un policía en la Luna' una paleta extremadamente limitada y plana. La composición de página, no digamos la planificación, se más cerca de la tira de prensa que del cómic; no se busca la sorpresa, ni el impacto. Solo (y no es poco), que la historia fluya.

La historia

Porque... ¿qué hay de la historia? En su momento, la vida en la Luna iba a ser mejor, florecería. Incluso, por si acaso, haría falta Policía. No parece, sin embargo, que las cosas hayan resultado como estaba previsto. Apenas si queda nadie y, entonces, la melancolía se desliza por debajo de la puerta más sólida. La soledad no ayuda, es poderosa aliada o el monstruo más voraz. El policía de Gauld no es duro de pelar pero tampoco cuenta demasiado, su simplismo permite que cualquier lector entre en él y moldee sus pensamientos a la carta. Es un buen hombre, eso parece, embutido en su traje espacial, siempre patrullando, apenas la parada de rigor, en el puesto de donuts de rigor.

Todo ocurre despacio, a la velocidad de la Luna, aunque a veces ese todo sea nada y viceversa. El autor disfruta con lo sencillo, a fin de cuentas, es el maridaje perfecto para su lápiz. Se siente, además, cómodo con la trama que menos ruido haga. Hasta los diálogos entre los personajes que desfilan por sus páginas son planos, sucintos, una palabra mejor que dos. Ni siquiera parece relevante que el lector conozca en todo momento qué va a pasar, incluyendo el mismo final del cómic. Ni la aventura, ni la tragedia, ni el terror... no se trata de eso. Apenas un sutil sentido del humor, tan reconocible por otra parte, tan de agradecer.

'Un policía en la Luna', editado por Salamandra en cuidado formato, se lee con una facilidad asombrosa, no deja de ser una pequeña reflexión, tampoco pretende cambiar el mundo, solo acompañar en su melancolía al policía, hierático como la propia superficie que transita.

A lo lejos, la Tierra. Debería ser un destino mejor. El viejo sueño de construir ciudades en el espacio, lejos de los condicionantes del planeta madre que, al menos, sigue siendo un lugar exento de escafandras y donde las conversaciones fluyen a borbotones. El futuro, no obstante, no está del todo escrito. A veces, basta una palabra para cambiarlo todo. O un donut.

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