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Domingo, 22 de enero 2017, 15:45
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¿Ha estado alguna vez en peligro la pervivencia del Jazzaldia a lo largo de estos años?
No, no recientemente. Hombre, en su momento, en la época de los 'pies negros', sí hubo gente que se lo quiso cargar. En su momento, sí pasó que el Ayuntamiento quiso darle otro enfoque o probar otro tipo de gestión, luego vio que no era lo adecuado y volvió a lo anterior. Pero peligrar, no.
¿Qué relación ha tenido el mundo de la política con el Jazzaldia?
Encuentro que ha habido gente que le ha dado mucha importancia y otros, que ninguna porque han entendido que era una propuesta para jóvenes. Ahora vivimos en un buen momento porque el Ayuntamiento es muy consciente de la popularidad con el festival, y así es mi trato con el alcalde. A lo largo de los años ha habido gente que ha tenido muchísimo interés en el festival, como Odón Elorza, y otros, que han tenido muy poco, aunque no hasta el punto de cuestionar su existencia.
¿Está bien representado el jazz vasco en el festival?
Diría que muy bien representado. Sospecho que el rock vasco no tiene ningún sitio en el que esté tan bien representado, pero quizás a donde ya no llegamos es a todo el jazz español. No llegamos. Hay que ser realistas.
Lo que sí parece que se ha dejado atrás es la frase-pesadilla: «¿pero esto es jazz?»...
Creo que sí. A pesar de lo cual, siempre aparece. En un festival en el que hay unos 120 conciertos, la realidad es que 95 son de jazz absolutamente estricto. Es cierto que el Escenario Verde lo puede abrir Gloria Gaynor o Patti Smith y no son jazz. Por fin y desde hace unos años ya hemos convencido al público de que tenemos conciertos que no son jazz y que además, no nos vamos a cansar explicando qué relación tienen con esa música. Pienso que el público en general está esperando que abramos cada edición con un nombre conocido. La justificación para que un músico esté en el Jazzaldia es que resulte respetable para el público del Festival. Es el caso de, por ejemplo, un Van Morrison o una Patti Smith.
¿Le frustra que pese a la afluencia de público a los conciertos, los discos de jazz, como los del resto de géneros, apenas alcancen unas cifras mínimas de venta?
Desgraciadamente, la venta de discos no es indicativo de casi nada. El mundo del jazz se salva en el sentido de que el aficionado sigue queriendo tener el objeto, pero seamos realistas: ¿cuál es el nivel de aficionados al jazz en esta ciudad? ¿O el de aficionados a la música clásica? Es un mal generalizado, en mi opinión. Tal y como está montada la sociedad, o hay actividad económica, la que sea, en torno a la cultura y se lo podemos contar al resto del mundo, o ésta no podrá sobrevivir. Necesitamos que la cultura genere actividad económica y puestos de trabajo porque si no, no somos nada ni nadie.
¿Qué reto tiene el Jazzaldia de cara al futuro? ¿Crecer más aún?
Suelo insistir mucho en que crecer no es el objetivo de este momento. En absoluto. Y a veces me llevo la contraria a mí mismo porque, porque por ejemplo en 2016 nos metimos en un jaleo para que el Festival tuviera más volumen. No debemos aspirar por el momento a crecer. ¿Que dentro de cuatro o cinco años la ciudad tiene mucha más capacidad hotelera? Pues ya veremos. El reto es asentar la financiación porque hay una parte muy importante de procedencia privada.
¿Peligra?
No, en la medida en que todas las colaboraciones público-privadas están pendientes de ser renovadas. Tenemos, sin duda, el apoyo y la adhesión de todos nuestros patrocinadores, pero vete a saber si en la central de una empresa deciden un buen día cambiar el planteamiento.
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