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Maite Barrio y Jon Berasain, ante el Palacio Real.
El patrimonio real, a cargo de dos empresas guipuzcoanas

El patrimonio real, a cargo de dos empresas guipuzcoanas

Albayalde-Conservatio y EUN Sistemas diseñan el área de depósito del Museo de las Colecciones Reales, que abrirá al público el próximo año

MAIALEN MANGAS

Jueves, 28 de julio 2016, 07:16

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Será la trastienda. Los bastidores. La zona camuflada entre bambalinas. Pero esconderá miles de tesoros del patrimonio real, hasta ahora dispersos en los Reales Sitios o almacenados en diferentes depósitos. El Museo de las Colecciones Reales, que albergará a partir del próximo año más de 154.000 piezas, solo mostrará, como la mayoría de galerías, una ínfima parte de los bienes que detenta. El resto quedará en un depósito de 2.400 metros cuadrados diseñado por la firma donostiarra Albayalde-Conservatio y la compañía de Beasain EUN Sistemas, ganadoras del concurso público que el museo madrileño convocó para diseñar y fabricar las instalaciones de su área de almacenaje.

Relojes, joyas, pinturas, carruajes o tapices. El museo, que se alza por detrás del Palacio Real y de la Catedral de la Almudena de Madrid, reunirá algunos de los conjuntos más representativos de las diversas artes fomentadas por los monarcas españoles, desde la Edad Media hasta la actualidad. «La particularidad de este museo es que tiene objetos muy variados. Hay joyas pequeñas, armaduras y un gran número de pinturas que están almacenadas y ahora quieren reagrupar para poder gestionarlas bien y que sirvan de soporte para hacer un mejor análisis», precisa Ion Berasain, historiador del arte, restaurador y socio, junto a Maite Barrio, de la empresa Albayalde-Conservatio, que cuenta con 25 años de experiencia en la conservación preventiva y restauración de obras de arte y bienes culturales.

La tarea que el museo, diseñado por Tuñón y Mansilla, ha encomendado a las compañías guipuzcoanas no es fácil. De hecho, esbozar un equipamiento a medida que conserve bienes culturales tan dispares «no tiene nada que ver con el mero almacenaje», en palabras de Maite Barrio. Su labor guarda más relación con el estudio detenido, la clasificación minuciosa y la impecable conservación. «Es lo que diferencia un almacén de bienes culturales de un almacén de un archivo, de una biblioteca o de un supermercado en el que todos los objetos pueden tener más o menos el mismo formato», indica.

El primer paso del puntilloso trabajo es investigar y estudiar a conciencia la colección, con el fin de establecer el tipo de mobiliario que garantice la conservación de las piezas. «Hay que escoger entre estanterías, cajones u otros muebles. Por ejemplo, los cuadros hay que colocarlos en peines, unas mallas donde se pueden colgar según su tamaño; las bandejas extraíbles son las más cómodas para manipular cierto tipo de tejidos; los tapices van en unos rulos de diámetro suficiente para su protección y los objetos más vulnerables hay que meterlos en muebles fijos», detalla la responsable de la empresa donostiarra.

Una vez seleccionados los muebles que preserven las condiciones idóneas de oscuridad, humedad y temperatura, el siguiente cometido es trazar su distribución en el área de depósitos y asegurar así su accesibilidad y circulación. «El acceso a las piezas es igual de importante que su conservación. Es vital que los comisarios, investigadores o conservadores del museo puedan acceder con facilidad a los objetos. La idea que todos tenemos de los viejos almacenes es que tienen un montón de bártulos a los que no puedes llegar. Pero en el caso de los museos se trata de todo lo contrario: saber dónde está cada cosa para poder llegar a ella sin ningún obstáculo», declara Beristain.

Un año de trabajo

Apenas ha pasado un mes desde que el Museo de las Colecciones Reales hizo pública la resolución del concurso para el diseño de su área de depósitos y el equipo de Albayalde está ya inmerso en el análisis de las colecciones y la distribución del mobiliario. «Ganar este concurso junto a EUN fue una ilusión, porque se presentaron empresas muy importantes en el sector, incluso alguna que colabora con un grupo holandés líder en almacenaje a nivel europeo», declara Beristain.

Las empresas guipuzcoanas, que desarrollan proyectos en el campo de almacenes patrimoniales desde hace más de una década, han colaborado en el pasado en otros proyectos emblemáticos de almacenaje, como en el Gordailua, el Centro de Patrimonio Cultural Mueble de la Diputación Foral de Gipuzkoa, o en la planta de reservas del Museo del Diseño de Barcelona.

«El depósito del Museo de las Colecciones Reales es nuestro último trabajo en conjunto. Diseñamos el anteproyecto en tres meses. Ahora nos quedan otros dos por delante para el proyecto de ejecución y seis meses más para que EUN realice el montaje», precisa Beristain.

En un año, Albayalde-Conservatio y EUN Sistemas verán finalizado uno de sus encargos más ambiciosos. «Es muy difícil acceder a este tipo de infraestructuras tan importantes. Es todo un reto, por la importancia de las colecciones, por lo variadas que son y por el sitio en el que se encuentran. El museo es un edificio de nueva planta espectacular», expresa Maite Barrio, que, además de una dilatada trayectoria, tiene una inmensa fe en su trabajo: «Los depósitos son una parte esencial de los museos. Son la otra cara, la que no se ve, pero permiten una buena gestión, el conocimiento y una conservación real que hace que los objetos perduren de verdad. Tener los objetos puestos de cualquier manera es igual que no tenerlos porque se estropean y a veces ni siquiera se sabe que se tienen».

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