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SALÓN DE FUMAR

Las 80 abuelas que nos separan de Jorge Oteiza

ALBERTO MOYANO

Domingo, 29 de mayo 2016, 16:21

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Hace algunos meses llegó a los medios sin previo aviso y con carácter urgente una notificación procedente de Donostia 2016: no utilizar la imagen que hasta ese preciso momento venía ilustrando las informaciones que la propia Capitalidad Cultural facilitaba de forma periódica sobre la actividad denominada 'Time Machine Soup'. Tras examinar detenidamente la fotografía de una joven oliendo el contenido de una sopera y no encontrar en ella nada raro, varios pares de ojos concluimos que todo obedecería a un problema con el copyright. No era así. La causa respondía a una cuestión de género. Alguien consideró que resultaba heteropatriarcal vincular la sopa -la cocina, en general- a la mujer y así se lo hizo saber a los responsables del 2016, a los que les faltó tiempo para sustituir la imagen por otra más neutra.

Podían haber optado por la enriquecedora confrontación de ideas y argumentos no les hubieran faltado, pero faltó presencia de ánimo, escurrieron el bulto y cedieron porque éste es un proyecto de paz y convivencia, y por la paz un 'avemaría' que a veces parece una variedad de la marihuana. De esta forma, las mujeres -grandes ausentes en una elite gastronómica patrimonializada por los hombres prácticamente en régimen de exclusiva- desaparecían también de la iconografía de la cocina tradicional del hogar, de la que han sido meritorias responsables durante siglos, en un labor callada que nunca se reconocerá lo suficiente. Sostenía Jorge Oteiza que tan sólo 80 abuelas nos separan de la vida de las cuevas. Dijo «abuelas», pero debería haber recurrido a otras denominaciones a su disposición: «abuelos», «abuel@s» o incluso «abuelxs». Precisamente, hubo una época en la que todos los comunicados de Donostia 2016 venían escritos en el idioma del alambre de espino ya que sustituían la vocal de género por una 'x', de tal forma que cada texto se asemejaba a una verja infranqueable. A la ya de por sí gran exuberancia narrativa que caracteriza a la mayor parte de las actividades descritas se le sumaba la proliferación de palabras terminadas en 'equis'. Por fortuna, la ocurrencia no prosperó y un buen día las 'equis' desaparecieron igual que habían aparecido: sin mayores explicaciones.

Porque al proyecto del 2016 se le pueden reprochar muchísimos fallos, disfunciones y errores a subsanar, pero hay como mínimo dos en los que jamás ha incurrido: el olvido de bilingüismo -un terreno en el que han observado un estricto rigor- y el machismo. En lo que a este punto se refiere, el proyecto de la Capitalidad ha estado dirigido probablemente durante más tiempo por mujeres que por hombres, entre estos últimos, alguien tan empeñado en subvertir los papeles como Santi Eraso. Entre las primeras, algunas tan inequívocamente comprometidas con el feminismo como Eva Salaberría, Itziar Nogeras, Guada Echeberría o Itziar Elizondo. Llegó a haber tres mujeres de forma simultánea al frente del proyecto y de los tres miembros de la dirección transitoria que les sustituyeron, dos también lo eran.

Pues bien, considera el grupo municipal donostiarra Irabazi que «la inserción de la perspectiva de género» en el 2016 «está siendo deficiente». Lamentaba Irabazi que la presencia de las mujeres en un vídeo promocional -que tuvo que reelaborarse- era «testimonial» y con «un marcado carácter estereotipado». Pero si alguien se cree que todos estos buenos consejos corren desinteresadamente a beneficio de inventario, va dado. Irabazi señalaba el supuesto problema y, acto seguido, ofrecía la solución concreta: «Personal especializado» en materia de igualdad de género. Bien: en rigor, no existe tal cosa, se trata de una ficción, por más que ahora proliferen 'especialistas' por doquier y sus servicios sean contratados de forma creciente por los departamentos de Igualdad de todas y cada una de las instituciones públicas. Estos «expertos» no te garantizan tanto una correcta comunicación en materia de igual de géneros como la neutralización de cualquier eventual crítica en un terreno en el que tanto queda aún por avanzar y aprender. ¿Se acuerdan ustedes de los furibundos ataques padecidos por la Fundación Donostia 2016 cuando eligió a un director no euskaldun? ¿Y recuerdan cómo éstos cesaron súbitamente y nunca más se volvió a hablar del tema tras el convenio firmado días después por esa misma fundación con una entidad concreta para la organización de la cumbre -ahora, foro- sobre diversidad lingüística? Bueno, pues aún en contra de todos los indicios, abracemos el optimismo y confiemos en que el modelo no haya hecho fortuna.

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