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Marcelino y Manoli llevan en Zarautz desde el año 1969.
«Amironamos nuestra morriña regresando de vez en cuando a Carnota»

«Amironamos nuestra morriña regresando de vez en cuando a Carnota»

Marcelino Riveiro y Manoli Senande, naturales de Carnota (La Coruña)

A.E.

Domingo, 17 de julio 2016, 08:58

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Con una memoria prodigiosa Marcelino Riveiro va describiendo orgulloso su historia de vida, con fechas y datos exactos grabados bajo la sonrisa de su mujer Manoli Senande. Un proyecto de vida duro en sus inicios, donde el miedo no tenía espacio y sí la ilusión enorme de emprender un futuro de vida en común. «Tenía 24 años», comenta y «desde los 17 años ya andaba fuera en la mar». El matrimonio llegó a Zarautz en junio de 1969, tras llevar casados 16 meses con una hija recién nacida; luego nacerían dos hijos más.Marcelino empezó trabajando en barcos petroleros recorriendo los 5 continentes, pasando largo tiempo fuera de casa. Recuerda, como anécdota, la guerra de los 6 días cuando Israel bombardeó el Sinai en 1967. Ellos estaban allí, en el Mar Rojo, y tuvieron que darse la vuelta por el Cabo de Buena Esperanza, quedándose sin comestibles a la altura de Las Canarias, en un barco con 44 personas. También se acuerda cuando estaba en el Canal de Panamá y su mujer dio a luz a la hija mayor, Mari Jose. El Capitán le entregó un telegrama donde se le informaba de ello, ya que en aquella época no había teléfonos.

Fue su mujer Manoli quien le planteó que se casaran para estar juntos. Al principio, sopesaron emigrar a Suiza o a Inglaterra, pero finalmente un cuñado en Zumaia les animó a venirse a Euskadi: «A raíz de mi cuñado me salió trabajo en Guascor como almacenero y camionero y así anduve transportando a toda España los motores que allí se fabricaban». Unos 8 meses fueron los que estuvieron en Zumaia y cuando se pusieron a buscar piso fue Basilio Bergara quien les ayudó a encontrar su vivienda en Zarautz.

«Aquí en Zarautz llevamos 46 años. He colaborado también, durante 10 años, con la DYA en el alto de Orio, los sábados y domingos, haciendo guardias hasta que nació mi tercer hijo», cuenta Riveiro. Dicen que están muy a gusto aquí, con la suerte de tener unos vecinos muy buenos. «Mis dos hermanas -explica Marcelino- también están aquí, una en Zumaia y la otra en Aizarnazabal con mi madre, que también se vino (95 años). Manoli también tuvo una hermana que vivió en Zarautz trabajando de cocinera pero, al enfermar su marido, se volvió para La Coruña». También nos relata que la relación que tienen ellos con el mar, como otros muchos gallegos, es muy estrecha: «La mayoría de los que emigraron de allí se vinieron hacia Trincherpe, Pasaia, que se le llama la quinta provincia gallega».

Ahora, ya jubilados, indican que «nuestra ilusión es seguir visitando de vez en cuando nuestro pueblo, Carnota, donde tenemos una casita que la hemos ido reformando estos años y así aminoramos nuestra morriña».

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