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Retrospectiva. Monjas y alumnas posando juntas a principios del siglo pasado.
Homenaje a las HH. Hijas de la Caridad

Homenaje a las HH. Hijas de la Caridad

La orden abandonó recientemente la localidad tras haber permanecido en ella durante 113 años

FCO JAVIER AGUADO GOÑI

Sábado, 21 de noviembre 2015, 00:57

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La Iglesia de La Milagrosa se halla hasta el día 27 en plena celebración de su novena, que entre la feligresía de la comarca cuenta con gran devoción. Precisamente a propósito de esta circunstancia, la familia parroquial y un buen número de vecinos e instituciones como el Ayuntamiento, han elegido la misa solemne de mañana, domingo, a las 12.30 horas, festividad de Santa Cecilia, para homenajear a las HH Hijas de la Caridad, congregación que recientemente ha cesado su actividad en nuestra villa.

A este acto de homenaje están invitadas cuantas personas deseen sumarse en el reconocimiento a una dilatada labor humanitaria y social, cuya desaparición se ha dejado sentir fuertemente en nuestra zona.

Un poco de historia

Pese a la premura con la que nos han puestos en conocimiento esta iniciativa (ayer al mediodía), gracias al archivo municipal y en la persona de Koldo Argandoña, podemos sumarnos al homenaje haciendo un poco de historia.

Fue fundada por José Vicente de Labeaga, vecino de San Francisco de California, en memoria de su madre María Ignacia de Gurruchategui, natural de Villarreal, quien al efecto dejó diferentes cantidades de dinero con especificación del destino, la escuela.

La escuela superior de niñas de fundación Labeaga se inauguró el 29 de octubre de 1870, pero no será hasta 1892 cuando lleguen las monjitas a regentarla, así como el asilo de pobres. La llegada de las monjas no fue un camino de rosas. Por lo visto con las anteriores maestras había habido algunas disputas. Además la escuela pública de niñas fue suprimida en 1884 por hacer sus funciones la Escuela Labeaga.

El caso es que en 1891 se inician ya ciertas gestiones por mediación del senador conde Villafranca de Gaytán, vecino de Bergara. También se entablan conversaciones con varias órdenes religiosas a ver quiénes ponían mejores condiciones para venir al pueblo.

Pero había que adecuar la Escuela y sus dependencias para las futuras religiosas, y como con el dinero de la Fundación no llegaba, las 3.000 pesetas que costaba todo hubo de sufragarse por suscripción popular, y el Patronato lo devolvería en 6 años. Así para mayo de 1891 ya se había recaudado más de la mitad del dinero. El resto lo puso el Ayuntamiento.

No será hasta junio de 1892 cuando se haga el contrato definitivo con las Hermanas de la Caridad, que fueron las elegidas. Vinieron 4 monjas cuya manutención era de 1,37 pesetas diarias. Además el Ayuntamiento les pagaría viajes, medicinas y vestuario. Las religiosas observarían las reglas de su congregación, y solo en el servicio de la escuela y pobres estarían bajo el mando del Patronato, quién comunicaría sus órdenes solo a la Madre Superiora.

Una de las Hijas de la Cruz debía poseer el título de maestra, y también era indispensable que alguna conociese el euskera. Cuando fallecían se les costeaba un entierro de segunda clase con una misa cantada y dos rezadas. Incluso poseerían tumba propia en el Camposanto.

Las primeras monjas

¿Quiénes fueron las 4 primitivas que vinieron a Urretxu? Argandoña explica que hay al menos constancia de dos: Sor María Carmen Arriola Idueta, natural de Ondarroa, y que había sacado el título de maestra a los 18 años, y Sor Micaela Arguiñarena. Desde entonces comenzaron a dar clases de religión, lectura, escritura, higiene, labores, etcétera, cumpliendo las escuelas Labeaga un contenido social entre la juventud femenina del pueblo. Incluso el fundador previó dar premios a las alumnas más aventajadas para que cuando fueran mayores estudiaran o llevaran, en su caso, dote al matrimonio. Tenemos a las premiadas hace más de 100 años: Gertrudis Areizaga, Luisa Mozo Alústiza y María Lizarralde.

En el presente, todos y cada uno de nosotros tiene su imagen y su labor callada en la memoria. Una labor abnegada y necesaria en una sociedad cuya grieta esencial consiste en la soledad.

Nos sumamos pues, desde estas líneas al homenaje merecido a unas mujeres que lo han dado todo en beneficio de su comunidad.

Una labor que ha contado con todos los elementos que la vida misma tiene, dolor, sufrimiento, alegría y celebración... Hoy toca lamentar su marcha, pero festejar su dedicación, aunque estas celebraciones no vayan con ellas.

Zorionak eta mila esker.

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