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Fiesta. Carlos Béistegui caracterizado de procurador veneciano en 'La Bal oriental' de 1951. GETTY
La indeleble huella de los indianos

La indeleble huella de los indianos

Los Béistegui encarnaron la fabulosa riqueza de las sagas de emigrantes a América

KEPA OLIDEN

ARRASATE.

Domingo, 1 de octubre 2017, 00:18

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Poco se conoce de los indianos que no hicieron fortuna en América, que fueron los más. Pero los que regresaron dueños de inmensos caudales dejaron una huella indeleble. La iglesia y convento de San Francisco erigidos por Juan de Araoz en el siglo XVI, el palacio de Monterrón construido por el capitán Mateo de Aranguren en 1655 o la fundación escolar costeada por el filántropo Pedro de Viteri a comienzos del siglo XX, constituyen la herencia más visible de aquellos a quienes le fue espléndidamente lo de 'hacer las Américas'.

En la nómina de mondragoneses fabulosamente enriquecidos en el nuevo continente no podían faltar los Béistegui. El investigador de Arrasate Zientzia Elkartea (AZE) José Ángel Barrutiabengoa mencionaba en un reciente artículo la historia del fundador de este linaje. Juan Antonio de Béistegui y Arróspide, nacido en la villa el día de San Juan de 1778.

La Guerra de la Convención (1793-95) entre la Francia revolucionaria y la España monárquica desencadenó una recesión económica que empujaría a muchos jóvenes a la emigración americana. Béistegui se estableció en Guanajuato (México) donde prosperó hasta convertirse en un prohombre de la ciudad desempeñando diversos cargos políticos.

Pero no se olvidó de su localidad natal, y en 1855 donó a la parroquia de San Juan «en la que había sido bautizado y en la que fue monaguillo una espléndida custodia, tres cálices y un copón -todo ello en plata sobredorada- más dos palmatorias de plata, sin dorado». Además, detalla Barrutiabengoa, «con el mismo destino remite 60.000 reales y otros 6.000 se repartieron entre las anteiglesias y los dos conventos de la villa, San Agustín y la Concepción».

Casado desde 1816 con Paula García de Covián, el matrimonio tuvo 10 hijos, y el mayor, Nicanor, heredaría el mando de los negocios familiares que desde 1830 radicaban en la ciudad de México, al frente de una casa comercial, como prestamista y dueño de importantes intereses en las lucrativas minas de plata.

Visita a Mondragón

En el año 1858, siete años antes de la muerte de su padre, Nicanor se trasladó en viaje de negocios desde México a la ciudad de Eibar. Enterados de su venida a Gipuzkoa, el cabildo parroquial de San Juan y el ayuntamiento le remitieron una invitación para visitar la villa natal de su padre. Nicanor arribó a Mondragón el 28 de agosto, y fue agasajado con un espectacular recibimiento. Cohetes, tamborileros, orquesta, banquetes, novilladas y aurreskus de honor rindieron tributo a este oriundo mondragonés.

Exilio parisino

Juan Antonio Béistegui, fundador de la saga familiar, consiguió no solo amasar una fortuna con sus negocios. También sorteó las turbulencias que acompañaron al proceso de independencia de México (1810-1821) que desencadenarían la expulsión de muchos 'indianos' españoles. Béistegui padre vivió, prosperó y murió en México en 1865. Pero su hijo y heredero Nicanor no tuvo tanta suerte. Estrecho colaborador del emperador Maximiliano (1864-1867), apuntalado en el poder por los franceses con el respaldo de los sectores conservadores mexicanos, se vería abocado al exilio después de que los liberales republicanos encabezados por Benito Juárez fusilaran al monarca.

Nicanor Béistegui y su esposa, Concepción Benítez Ruiz, junto con varios de sus diez hermanos y sus familias, tuvieron que hacer las maletas y embarcarse para Europa. Se establecieron en un confortable exilio en París. Nicanor y Concepción se dedicaron a la filantropía y sus nombres forman hoy parte del callejero de Pamplona como patronos del actual Hospital de Navarra

Pero el heredero más famoso de esta saga familiar sería sin suda Carlos Béistegui Yturbe, nacido en la capital del Sena en 1895 y uno de los personajes más extravagantes de la alta sociedad europea de mediados de siglo XX. Coleccionista de arte, decorador y 'bon vivant', Charlie de Béistegui se formó en las universidad británicas de Eton y Cambridge. Dueño de una inmensa fortuna, a comienzos de la década de 1930 se construyó un ático en los Campos Elíseos, diseñado por el legendario arquitecto Le Corbusier. Éste incluía un seto controlado eléctricamente que se abría para mostrar unas vistas al Arco del Triunfo, y una terraza diseñada por Salvador Dalí.

En 1939 adquirió el Château de Groussay en Montfort-l'Amaury (Yvelines), cerca de Versalles, y se dedicó a reformarlo durante la friolera de treinta años. Modificó su estructura y añadió un teatro inspirado en la Ópera del Magrave. La biblioteca del Groussay (una de sus mejores estancias) impactó tanto a Cecil Beaton que la utilizó como modelo para la biblioteca de Henry Higgins en la película 'My Fair Lady'.

Todo el château, así como el terreno que lo rodea, fueron calificados como monumento histórico en 1993 y sus jardines han sido clasificados por el gobierno francés como uno de los Jardines Destacados de Francia.

Este palacio fue escenario de importantes fiestas durante el siglo XX pero sin duda la que se llevó la palma fue la que Béistegui organizó hace 66 años en Venecia.

En 1948 había comprado el Palazzo Labia, junto al Gran Canal, y comenzó una intensiva restauración. Compró mobiliario que había sido adquirido anteriormente por algunos ocupantes del Palazzo menos afortunados, incluyendo frescos de Raphael, Annibale Carracci, y Guido Reni.

El 3 de septiembre de 1951 organizó un baile de máscaras al que denominó Le Bal oriental. Invitó a 1.500 personalidades, como el Aga Khan III, Bárbara Hutton, la actriz Gene Tierney, el modisto Jacques Fath, Cecil Beaton, Gala y Salvador Dalí, Fulco di Verdura y un largo etcétera. Dicen que Dior y Dalí se diseñaron mutuamente sus respectivos disfraces. Nina Ricci y Pierre Cardin elaboraron muchos de los disfraces. El anfitrión se vistió de Procurador Veneciano con ropajes de damasco rojo y una larga peluca rizada. Vendió el palacio a la RAI en 1958 y falleció en París en 1970.

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