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MÚSICA JOSERRA SENPERENA

Poemas negros

JUAN LUIS ETXEBERRIA

Domingo, 29 de marzo 2009, 05:41

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Negros como el carbón, negros como la noche sin estrellas, negros como los viejos golpeadores de jazz, como un callejón al que una tenue luz no evita la sensación de peligrosidad, como la humanidad impersonal e individualista de una metrópoli o la vitalidad de una gran fiesta. Como los poemas que te atrapan en un agujero. Negro.

Así fue la atrevida y deliciosa interpretación que Joserra Senperena hizo la noche del pasado viernes del poemario de Harkaitz Cano. Una versión que mantuvo el aspecto instrumental del CD (En Lugaritz no hubo espacio para las presentaciones más allá de las formalidades) editado en la disquera guipuzcoana Gaztelupeko Hotsak y concebida como visión personal que viaja en paralelo a la obra impresa.

Una adaptación a la que el autor original dio su visto bueno, apareciendo en la parte final para leer su poema al que le siguió, ya como cierre de velada, la correspondiente armonía musical. Pieza que, lejos de tirar hacia el folklore balcánico como podría presuponerse, siguió por los arrabales por los que había transcurrido la noche.

Bien acompañado por dos músicos que destacan en la sección de jazz a los que el creador guipuzcoano dejó mucho aire y supo llevar a su terreno personal creando una atractiva fusión, Senperena arrancó la noche interpretando pequeñas escenas melódicas que acabarían siendo entrantes de lo que más tarde escucharíamos.

Porque si algún color destacó en el concierto fue, como bien imaginarán, el negro. El pianista donostiarra lo pintó con todos los pinceles que tuvo a su mano, sobresaliendo sus amores por el blues y teniendo trazos souleros. Sin desechar por cercana la vertiente vasca o la animosidad latino-brasileña. Digeridas y ejecutadas todas con sencillez y una afabilidad casi popera. Un callo, este último, que Senperena se ha trabajado por sus innumerables trabajos en segundo plano para la industria.

Pero no imaginen que su salto al foco principal fue una colección de clichés de éxito en cualquiera de las ramas tocadas, no. La oferta del pianista donostiarra y sus compañeros de escenario es contrapunteada y libertina, urbana y adictiva, tan delicada como ensoñadora. Como su aportación a la exposición colectiva que ayer cerraba su persiana en la donostiarra Galeria Arteko para partir rumbo a la capital italiana.

Y sin echar de menos en ningún momento la ausencia de palabras habladas o cantadas, disfrutando de una oferta completa en sí misma, la hora y cuarto de concierto se nos pasó volando. Y abandonamos la sala para volver a la noche. Negra y urbana.

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