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Anita Chaquiri y Magaly Solier.
La patata y el oso
CRÍTICA LA TETA ASUSTADA

La patata y el oso

BEGOÑA DEL TESO

Miércoles, 25 de febrero 2009, 02:29

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Acaso, lejanos ya en el Antiguo Berri los aplausos, los vítores, la alegría y la sana furia con la que se recibió la buena nueva de que esta película había ganado el Oso de Oro de la Berlinale 2009, parezca un filmito pequeño, tímido, apocado, al que le vienen demasiado grandes los oros de la ciudad que lo ha visto todo e incluso demasiadas las butacas de la sala 1 de los cines más modernos de Donostia. Sería impresión errónea, equivocada. La obra de Claudia Llosa, joven, emergente y, sobradamente rabiosa directora peruana tiene una fuerza oscura, telúrica, indígena, atávica que deja al espectador con el corazón y los oídos en un tiemblo desde las primeras milésinas de segundo de su metraje cuando, la pantalla aún negra, una voz que cualquiera identificará como más vieja que todas las tierras y todas las aguas canta en un idioma que cualquiera identificará, también, como antiguo entre los antiguos, como madre entre las lenguas maternas de cada uno y de cada quien. Y esa voz arcaica y ese idioma añejo, noble quechua cuentan una historia atroz en la que una mujer es violentada, el pene de su marido rociado de pólvora y el fruto de su vientre condenado a existir en el miedo de los miedos.

A una película que comienza con esa furia, con esa ganas de ajustarle cuentas a la vida misma y a la muerte también, no puede venirle grande ningún premio ni serle demasiadas las butacas de ninguna sala. Porque la historia de Fausta (Dios, ¡qué nombre más contundente y poderoso en su feminización de una palabra que siempre identificamos en Occidente con un hombre rendido ante Mefistófeles!), extraña, estrambótica, agraz, muy sexuada, muy vaginal y muy de sangre transporta al espectador del otro lado del mar y del Universo hacia mundos que habitualmente nos son negados en la cartelera. Mundos donde los ataúdes son de colores chillones y llevam grabados el escudo o la bandera preferida del finado. Mundos donde las madres muertas viajan en furgoneta hacia su morada final pero la caravana se detiene para que sienta el mar. Mundos donde para evitar que el macho te posea sin tú desearlo, te introduces una patata porque «al asqueroso, con el asco se le detiene». Mundo de bodas plenas de color y ritmo, de capones y mantos de novia aligerados con globos. ¿Exótico? No. Enraizado, enrabietado, entroncado, enroscado a la tierra, ala libertad, al amor. Plagado de canciones tristemente hermosas (la mayoría escritas y compuestas por la actriz Magaly Solier, un hallazgo que vale todo el oro del Perú) ¿Quedarle grande el premio ? En absoluto. Puede incluso que nosotros no seamos lo suficientemente grandes para ella.

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