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Adriana Velasco, Dimi Rodriguez, Khun Hyun Ti, Noelia Gorrón, Pablo Santamaría, Vanessa Iglesias, Maite Rodríguez, Itziar Villar, un monje budista y Chema Alba, descansan en un monasterio.
IRUN

Riqueza en la catástrofe

La irunesa Itziar Villar relata su viaje a Birmania tras el paso del ciclón Nargis

MAIDER IZETA

Viernes, 4 de julio 2008, 03:25

DV. La catástrofe natural que supuso el ciclón Nargis a su paso por Birmania fue portada en los medios de comunicación de todo el mundo. El temporal arrasó el sur del país, dejando, a su paso, a miles de víctimas mortales y a millones de personas desamparadas. Birmania había dejado de ser un destino atractivo para los turistas de la noche a la mañana. ¿Quién iba a querer visitar un país gobernado por una dictadura militar, completamente destrozado por un ciclón y en el que la pobreza estaba presente en cada esquina?

La irunesa Itziar Villar y siete amigos más habían organizado un viaje a Myanmar, que así se llama oficialmente el país, cuando el ciclón Nargis azotó la costa birmana. «Nos quedamos en estado de porque no sabíamos qué hacer. Seguir con el plan o visitar otro lugar», decía Itziar. «Al final, optamos por ir porque pensamos que las personas locales agradecerían la visita de los extranjeros».

Los ocho viajeros se calzaron las botas de monte, se colocaron sendas mochilas sobre sus espaldas y aterrizaron en el país asiático «sin saber si los birmanos estarían receptivos o no. En seguida nos dimos cuenta de que esperaban ansiosos la llegada de extranjeros», recordaba Itziar.

Yangon, una de las ciudades más castigadas por Nargis, fue el primer destino de estos viajeros. Según relataba Itziar, llegaron a Birmania en «un día gris», no sólo por las nubes que cubrían el cielo sino también por el paisaje que se encontraron ante ellos. «A pesar de que los restos del ciclón estaban ahí, presentes, la situación en Yangon estaba bastante controlada», indicaba Itziar. «Eso nos tranquilizó y nos dio esperanza de pensar que en el norte las cosas estarían mejor».

En efecto, la situación en el resto del país era alentadora, «dentro de sus límites, claro. Había pobreza», decía Itziar, «pero la situación en Yangon me pareció más precaria». Los ocho viajeros iniciaron un trekking por la zona rural de Birmania y así, tuvieron la oportunidad de estar en contacto con varias tribus. «No entendían por qué mostrábamos interés en visitarles», señalaba. «Al final, llegaron a la conclusión de que nosotros íbamos allí para ver cómo es posible ser felices con tan poco».

Sonrisas cautivadoras

Fue, precisamente, en la zona rural donde Itziar y sus compañeros vivieron uno de los momentos más gratificantes del viaje. «Llevamos un saco lleno de material escolar para los niños. Un día se lo dimos a una profesora y toda la clase se revolucionó. Era curioso, porque, en realidad, eran ellos quienes nos estaban dando un regalo con sus miradas de agradecimiento. Ver su rostro feliz era el mejor obsequio que podía recibir».

Birmania se recupera muy lentamente. «El gobierno militar no está haciendo nada por mejorar la situación. Impide el desarrollo del país», señalaba Itziar al tiempo que animaba a los iruneses a que visiten este lugar. «Entre la revuelta de los monjes y el ciclón, la gente ha dejado de ir a Birmania. Sólo vimos a unos diez turistas y ahora más que nunca, necesitan que les visitemos».

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