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Una joven escucha uno de los elementos de la exposición de Cristina Enea. [MICHELENA]
Escuchar lo que oímos
SAN SEBASTIÁN

Escuchar lo que oímos

Cristina Enea acoge desde el lunes la exposición 'Entzungor: nosotros y el sonido' como reflexión sobre el entorno sonoro de la ciudad

ELI KORTA

Sábado, 19 de abril 2008, 02:56

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SAN SEBASTIÁN. DV. La reducción de residuos, el ahorro del agua y el reciclaje son sólo algunas de las múltiples políticas ambientales que están aplicando las instituciones para reducir el impacto medioambiental y los efectos del cambio climático. Sin embargo, el sonido (o el ruido) no suele ser protagonista habitual de este tipo de iniciativas. Y es que generalmente la sociedad no presta atención a los sonidos de su entorno. Para modificar esta actitud y potenciar la conciencia ecológica sobre la contaminación acústica, Cristina Enea acoge desde el lunes la exposición Entzungor: nosotros y el sonido, organizada por el departamento sonoro de Arteleku, Audiolab.

Xabier Erkizia, coordinador de este departamento y director de la exposición, afirma que «nos gustaría que todo aquel que saliera de la exposición escuchase los sonidos que le rodean con mucha más atención y que reflexionara acerca de lo que supone estar expuestos a tanto ruido».

El piar de los pájaros, el ruido de las obras, del tráfico o incluso la primera grabación realizada por Edison a finales del siglo XIX son algunos de los sonidos que se escuchan en esta exposición, junto a paneles que explican múltiples aspectos acerca de los sonidos. Además, en una de las salas, los visitantes pueden escribir en una gran pizarra los comentarios y sensaciones que les produce lo que escuchan. Asimismo, a través de un ordenador con acceso a internet se puede visualizar al mapa sonoro de Euskadi (www.soinumapa.net), en donde todo aquel que lo desee puede compartir cualquier tipo de sonido que haya grabado en su municipio.

Ruido y salud

Las personas han llegado a acostumbrarse a convivir con una contaminación sonora «muy agresiva y pesada», asegura Erkizia. «Hay gente que vive en grandes ciudades y cuando se traslada a lugares más silenciosos no puede ni dormir». Además, añade que cada vez son más las personas que tienen pánico al silencio. «No hay más que observar que cuando llegamos a casa no tardamos nada en encender la televisión o la radio porque el silencio nos hace sentir inseguros».

Erkizia considera que la repercusión de la contaminación acústica en nuestra salud es muy clara. «Se están dando cada vez más casos de estrés, hipertensión, jaquecas, insomnio y otros muchos males que no podemos apreciar. Y es que el ser humano es capaz de percibir solamente una parte de todo el sonido que existe en nuestro entorno, de ahí que debamos preguntarnos cómo nos puede llegar a afectar esta situación». Es más, «uno de los ejemplos más claros de que el ruido no se está gestionando adecuadamente es la proliferación de las personas con problemas auditivos. Hay estudios que indican que en la última década la capacidad auditiva se ha reducido más de un 30%».

Anticiparse al ruido

Por ello, insta a las instituciones a que establezcan las medidas necesarias para reducir este tipo de contaminación. En especial, destaca la importancia de anticiparse a los posibles problemas acústicos. «Cuando se construyen las autopistas, de antemano se puede prever el ruido que producirá el tráfico que circule por ella, por lo que se podrían instalar sistemas que absorban ese ruido al mismo tiempo en que se construye la carretera». Insiste en que, «con un poco de antelación y, sobre todo, otorgándole la importancia que merece, se arreglarían muchísimos problemas».

Lo mismo ocurre con las construcciones arquitectónicas. Por ejemplo, comenta, los griegos tenían mucho más en cuenta la acústica a la hora de construir los edificios que los arquitectos actuales. «Cómo puede ser que la arquitectura, que se supone que es el arte de crear espacios de encuentro, no preste atención a la herramienta de comunicación principal como la voz o el sonido», lamenta.

Por otro lado, la legislación actual del ruido establece unas reglas «estrictas pero poco realistas». «A un pub se le exige que no supere un límite de decibelios determinado, pero hasta hace bien poco el ruido de las motos no se controlaba y está claro que pueden llegar a hacer mucho más ruido que la música de un pub».

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