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HOY, PARTIDO

LA DEUDA DEL PÚBLICO

IÑAKI IZQUIERDO

Domingo, 11 de noviembre 2007, 02:05

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Atu público no le debes nada, creía el genial y excéntrico pianista canadiense Glenn Gould. Hasta tal punto que en el momento culminante de su carrera decidió no actuar más y dedicarse en exclusiva a grabar discos.

La relación entre el público y los protagonistas del espectáculo siempre es un asunto espinoso. A este respecto, el catedrático de Sociología de la Complutense Ramón Ramos Torres escribía una reflexión durante la última feria de San Isidro, pero lo que decía para los toros sirve para el fútbol: «El buen torero sabe que a quien se lo debe todo es a sí mismo, a los propios fantasmas, a los viejos maestros, a lo que soñó un buen día y espera alcanzar mañana. Es más, puestos a fijar un deudor, el único, y además insolvente, es el público. El público lo sabe. Basta con recordar los días grandes. Uno sale de la plaza abrumado, pues abrumadora es la sensación de haber recibido un regalo otorgado graciosamente y que nunca se podrá devolver. Por eso, más allá del aire de fiesta al abandonar la plaza, lo que oscuramente domina es la sensación de una deuda infinita con quien ha mostrado la cara heroica y bella del ser humano. Una deuda impagable que pesa, abruma».

El buen aficionado sabe que ese momento se produce muy de vez en cuando y que exige constancia en la frustración de las tardes negras para poder asistir a ese momento mágico cuando se presente, sin previo aviso. Es entonces cuando el público no tiene más remedio que aceptar que, si hay algún deudor, es él mismo. Pero no es lo habitual. Lo normal es que el aficionado exhiba su entrada para reclamar lo que cree que es suyo. El fútbol se ha convertido en una relación comercial y el lazo sentimental con los colores se está quedando atrás. Los días del club son un buen momento para constatarlo.

El público se ha situado fuera del espectáculo. Paga y reclama, no participa, y eso está generando problemas a los clubes. Si los aficionados no comprenden que, cada cual dentro de sus posibilidades, el amor a los colores implica también un componente económico, habrá dificultades. Que la relación equipo-público sea sólo comercial es peligroso, porque los clubes como la Real no pueden garantizar un espectáculo primoroso cada quince días.

Uno de cada cuatro socios de la Real renuncia a asistir hoy al campo. Cree que su dinero estaría mal empleado. Tiene lógica, pero el fútbol se eleva por encima de la lógica. Los protagonistas son los jugadores, con su talento, sus miedos, sus sueños y pesadillas, y a ellos se deben. El público es un privilegiado que espera el momento genial. El que justifica todo lo demás.

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