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MARIAN GONZÁLEZ
Sábado, 6 de octubre 2007, 11:44
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OÑATI. DV. Horas de nervios, tensión, emoción contenida e indisimulada intranquilidad comenzaron a disiparse ayer a las 17.33. A esa hora salía de la cueva de Gesaltza de Oñati el primero de los 18 escolares de la ikastola Mariaren Lagundia de Bergara que fueron protagonistas de una aventura de supervivencia que tuvo en vilo a padres, profesores, amigos y a todo un pueblo.
Salieron de sus casas dispuestos a disfrutar de una experiencia natural, lejos de las aulas, de la mano de los expertos guías de Oñatiko Natur Eskola, pero la crecida del río por las intensas lluvias les jugó una mala pasada. Durante dos horas y media quedaron aislados en la boca de entrada a la cueva de Gesaltza, que conforma un entorno desconocido, oscuro y frío, aunque lo que más les inquietaba era la crecida del nivel del agua en el riachuelo.
La voz de alarma saltó al mediodía, cuando un segundo grupo del mismo centro que se disponía a entrar en la cavidad, se percató de que el agua había dejado intransitable el acceso y que sus compañeros no salían. Una profesora fue la encargada de dar el aviso. «Cuando han comenzado la excursión no había caudal, hemos dado una vuelta por la zona y, al volver, nos hemos dado cuenta de que era imposible el acceso».
A partir de ese momento y hasta que los del exterior contactaron con los del interior, se vivieron momentos delicados, por la incertidumbre. «Recibimos la llamada en SOS Deiak a las 12.30 y en seguida pusimos en marcha el operativo de emergencia, relataba en primera línea de fuego, la responsable de Protección Civil de Gipuzkoa, Elena Moreno. « Estamos a muy poca distancia de ellos, a escasos 300 metros, pero tienen que salvar dos dificultades y atravesar el río que baja con mucha fuerza» comentaba.
Nervios
El trajín, y el nerviosismo se palpaba en el ambiente. «Todo va bien, los chavales están bien, hemos contactado con ellos y ya están más tranquilos, pero hay que prepararlo todo para que la operación se lleve a cabo con la máxima seguridad y todo quede en un susto» explicaba. Un grupo de más de 20 personas preparaba la tirolina por la que luego se reencontrarían con el exterior los jóvenes escolares. Mientras, efectivos de la Cruz Roja lo tenían todo a punto por si alguno de los quinceañeros requería atención especial.
Para que la espera no se les hiciera tan larga, y los chavales fueran conscientes de que estaban al corriente de lo que les sucedía en el exterior, un miembro del equipo de rescate accedió a ellos y les entregó ropa de abrigo, bombones, chocolates y chucherías. Luego, según iban saliendo, les ofrecían bocadillos, agua y mantas, que algunos de los protagonistas de la aventura devoraron en seguida, mientras otros se mostraban inapetentes.
La aventura se convirtió en pesadilla «cuando veíamos que el nivel del agua subía y subía. Los guías nos han llevado a una galería y nos han dicho que estuviésemos tranquilos» explicó uno de los protagonistas a sus padres.
Tras el susto inicial el ambiente se distendió algo. «Hemos estado escuchando música de los móviles, abrazándonos para no tener frío. La verdad es que nos lo hemos pasado bien» dijo otro de los protagonistas, aunque luego confesó delante de su progenitor que «había pasado algo de miedo».
Dificultades
El dificultoso acceso a la cueva por la elevada pendiente y el barrizal en que se convirtió el desfiladero por la lluvia, no facilitaba precisamente las idas y venidas de bomberos, ertzainas y todo el equipo de rescate. Pero al final, el trabajo dio su fruto y con la salida del primer chaval, las caras cambiaron. El último joven salió a las 8 de la noche, y tras él los dos monitores de Natur Eskola.
Según narraron los guías a la responsable de Protección Civil, entraron sin apenas agua en el caudal del río y cuando habían caminado unos metros, oyeron un ruido. El monitor se inquietó, llevó a los niños a una galería elevada y cuando volvió a bajar, el agua le llegaba a la cintura. Todo sucedió en apenas 10 minutos.
Elena Moreno explicó que los monitores habían actuado bien, «han puesto a los niños en un lugar seguro y no han intentado salir». Ni el centro natural, ni el director de la Ikastola Mariaren Lagundia, presente en el rescate, quisieron hacer ninguna declaración. «Vamos a esperar a hablar con los chavales», dijeron.
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